Resumen del artículo escrito por Cristina Granado Alonso,María Puig Gutiérrez y Carmen Romero Rodríguez: La escuela es un escenario idóneo para la formación de lectores, no sólo porque sea la encargada del desarrollo de las competencias lectoras de niños y niñas, sino porque, además, para una gran parte de éstos la escuela constituye la única oportunidad de descubrir las posibilidades de desarrollo personal, social, moral, de placer y de ocio que la lectura ofrece. Ahora bien, si la afición a la lectura se contagia en gran parte por emulación, los promotores de ésta no pueden ser otra cosa que lectores que sepan comunicar su entusiasmo; la relación personal de los docentes con respecto a la lectura puede constituir un factor condicionante de su disposición profesional hacia el fomento de la práctica lectora en aulas y escuelas. Nuestro trabajo en formación inicial de maestros y los datos sobre lectura en los jóvenes en nuestro país nos llevaron a cuestionarnos acerca de los hábitos lectores de nuestros futuros maestros que, algún día, deberán asumir la misión de promover la afición lectora entre sus alumnos. Para conocer tales hábitos, se encuestó al conjunto de estudiantes que finalizaban sus estudios de maestros en tres universidades andaluzas. Los resultados revelan que estos sujetos muestran una relación muy débil con la lectura: son lectores poco asiduos e inmaduros, frecuentan poca variedad de textos, no otorgan gran valor a los libros, sobreestiman su práctica lectora, utilizan poco las bibliotecas y hacen un uso fundamentalmente instrumental de la lectura. Estos datos nos llevan a reflexionar sobre el modo en que este perfil lector puede afectar a la educación lectora de niños y niñas y a considerar la necesidad de fomentar la lectura entre los futuros maestros como objetivo de su formación inicial.
RESULTADOS:
Los resultados de este estudio nos llevan a afirmar que los futuros maestros encuestados presentan un escaso hábito lector. Si reunimos los libros de formación y de literatura que dicen leer en un año, encontramos que el 65% de ellos lee menos que la media nacional estimada por el Barómetro de la FGEE en el año 2009 y que se sitúa en 8,5 libros. Comparándolos con los datos de lectura de jóvenes de edad similar (20-24 años) obtenidos por el estudio del Ministerio de Cultura y Fundación Autor (2005) observamos que, mientras este trabajo detecta que el número medio de libros leídos al año por este grupo de edad está comprendido entre 12 y 16 libros, en el caso de nuestros maestros en formación, el 50% lee entre dos y seis libros al año y un escaso 3% lee más de 12 libros.
También se aprecia que el 88,6% de nuestros sujetos se halla por debajo de la media nacional en cuanto a compra de libros se refiere, estimada en 7,8 libros anuales por el mismo barómetro de la FGEE. La compra de libros se considera un indicador del valor que se le otorga a la lectura (Chartier, 2004).
De otro lado, hemos comprobado que gran parte de los sujetos encuestados hace tan sólo un uso instrumental de la lectura: leen para responder a las exigencias académicas de sus estudios de maestro. Aún cuando el 85% dice realizar este tipo de lecturas obligatorias con elevada frecuencia, el 60% de la muestra lee menos de tres libros de formación al año, lo que significa que se sobreestima la propia práctica lectora; al tiempo, la lectura libre de textos relacionados con su formación presenta una frecuencia ocasional. Ya hemos visto que la motivación extrínseca a la lectura, la promovida por exigencias externas, no sostiene el hábito lector, luego es probable que finalizados los estudios se abandone.
Por su parte, la lectura literaria es la variable que más condiciona la percepción que tienen de sí mismos los futuros maestros como lectores. No obstante, tampoco son lectores asiduos de literatura: sólo el 11,6% lee más de 7 obras literarias al año y casi el 20% afirma no leer nunca literatura. También hemos visto que la lectura literaria que estos futuros maestros realizan se centra fundamentalmente en productos de consumo muy publicitados, lo que constituye, según Gómez Yebra (2008), un síntoma de lector inmaduro. La recurrencia de títulos también refleja un comportamiento típico en lectores de bajo hábito: éstos citan o leen lo que les suena conocido, mientras que los lectores asiduos tienen intereses más dispersos (Colomer, 2009).
Por otro lado, también presentan un perfil muy poco diversificado de tipos de lectura, como hemos visto en la frecuencia lectora de diferentes tipos de textos y en los títulos citados., lo que puede reflejar escasas inquietudes intelectuales. Si a ello le unimos su escaso hábito de uso de las bibliotecas como vía de acceso a la lectura, quizás podamos explicarnos su posterior dependencia de los libros de texto comerciales y, por tanto, de las lecturas propuestas por los mismos, algo que difícilmente casa con la promoción del placer lector en los niños y niñas que es algo que radica en la atención a la diversidad de inquietudes, intereses y aptitudes que conviven en un aula.
Si se requieren maestros lectores para formar lectores, estos datos invitan al desconsuelo. Los hábitos lectores probablemente guardan relación con el valor real, no el declarado, que se le atribuya a la lectura y con la propia relación afectiva que se mantenga con ésta como práctica asociada o no a placer. Es difícil pensar que maestros que mantienen una relación distante, reducida y débil con la lectura puedan generar entornos escolares lectores, puedan contagiar su entusiasmo y pasión por leer, puedan hablar de sus propias lecturas y de la emoción que les generan, puedan funcionar como modelos de lector. Es preciso, por tanto, plantearse como objetivo de la formación inicial de maestros impulsar los propios hábitos lectores de nuestros estudiantes, promoviendo intereses y lecturas de todo tipo, procurando espacios y tiempos para compartirlas, utilizando las bibliotecas como centro neurálgico de su formación y procurando reconstruir la experiencia lectora de muchos de ellos como un paso complicado, eso sí, pero importante de cara a afrontar el reto de la formación de lectores en la escuela.